El último informe del Fondo Monetario Internacional sobre las perspectivas de la economía mundial proyectó una ralentización del crecimiento global desde el 3,4% en 2022 al 2,8% en 2023, antes de estabilizarse en 3,0% para 2024. Estas previsiones, como comenta el mismo FMI, podrían empeorar frente una mayor tensión en el sector financiero y bancario.

Con respecto al PIB de España, las estimaciones prevén que España avanzará un 1,5% durante este año, mientras que en el 2024 podría hacerlo en un 2%. Un crecimiento ligeramente mejor de lo que se esperaba hace unos meses, pero bastante lejos del 2,1% esperado por parte del Gobierno español.

Un contexto incierto

Si bien el reciente estudio del FMI corroboró que la economía española continúa siendo una de las que más crece, la persistencia de la inflación (en términos más moderados que el 2022) y la expectativa de mayores tipos de interés todavía emergen como una amenaza para el panorama de crecimiento del siguiente año.

A eso hay que añadirle algunos factores que el año pasado generaron impacto en el escenario económico mundial, y que aún siguen presentes, como la guerra en Ucrania y el encarecimiento del coste de las materias primas. Con respecto a este último factor, los asesores financieros de Pentainvest afirman que: “los precios del gas han vuelto a niveles antecedentes a la invasión de Rusia en Ucrania. Hemos observado un descenso muy importante que de momento aleja una posible crisis energética.”

Los inversores se muestran optimistas

A pesar de todo lo mencionado, hay informes que expresan cierto optimismo para la economía europea y española. Por ejemplo, los datos publicados en marzo por la Secretaría de Estado de Comercio sitúan la inversión extranjera del 2022 como la segunda mayor cifra registrada desde 1993. Esta confianza depositada en España por los inversores de otros países se traduce en más de 34.178 millones de euros, alcanzados en términos brutos, lo que supone un signo de confianza frente a las sombras recesivas.

No es casualidad que, a pesar de la complejidad de la situación, los índices de bolsas europeas han tenido un mejor comportamiento con respecto a la renta variable americana. Un factor relevante en esta recuperación ha sido el mayor peso del sector tecnológico en los índices de EE.UU. Como explican los asesores de inversiones de Pentainvest: “las empresas tecnológicas a final de 2021 cotizaban a un ratio precio-beneficio muy elevado y descuentan importantes flujos de caja a muy largo plazo. Por lo tanto, se han visto fuertemente perjudicadas por la rápida subida de tipos de interés.” Por otro lado, la política restrictiva monetaria de los bancos centrales ha beneficiado al sector bancario, donde más peso tienen los índices europeos. El mejor comportamiento reciente de Europa ha cerrado un importante diferencial de retorno que se había creado entre los índices de los dos continentes desde 2020.

Mirando hacia adelante, todo apunta a que la evolución de la economía y de los índices bursátiles dependerá principalmente de si la economía mundial entrará en una recesión y en concreto la magnitud de la misma.